La infertilidad, más allá del laboratorio.
La contaminación, las radiaciones o la mala alimentación parecen ser algunas de las posibles causas que pueden provocar muchos de los cambios que sufre nuestro organismo a lo largo de la vida. Uno de los cambios más significativos y que parecen estar cursando de modo cada vez más frecuente es la infertilidad.
El origen de la infertilidad puede deberse a un proceso multifactorial y que podríamos simplificar en dos grandes bloques: por un lado aquel que podríamos considerar como el bloque biológico, donde sus componentes se desprenden de algún defecto o fallo en nuestra programación genética, o como consecuencia de alguna secuela a una enfermedad adquirida. Y por otro como un bloque psicológico, de aprendizaje y adquirido como consecuencia del acelerado ritmo de vida, en una sociedad cada vez más exigente en la que, por motivos personales o profesionales, nos vemos obligados a postergar algo para lo que genéticamente tenemos programada una fecha de caducidad. La reproducción de la especie.
Llegado el momento
No hay duda de que la selección natural cumple a la perfección su función en cuanto a lo que reproducción humana se refiere. Cualquier fallo o defecto genético, por mínimo que sea, podría dar lugar un fallo en la implantación del embrión o a un rechazo del mismo. Cuanto más tiempo aplacemos la función de reproducción, mayores complicaciones encontraremos en el camino.
La reproducción humana es una tarea que requiere una alta calidad de nuestros materiales genéticos. En este sentido la ciencia ha demostrado que cuanto más envejecemos, más se desgasta nuestro sistema reproductivo.
El estrés, compañero inseparable.
Desde la perspectiva biológica la principal misión del organismo es perpetuar la especie, de forma precoz y el mayor número de veces posible. Nuestro organismo esta preparado para procrear de forma eficiente a una edad muy temprana.
Para la mayor parte de la sociedad, reproducirse y tener descendencia cada vez ocupa una posición muy lejana su ranking de prioridades. Así, cuando la persona adulta considera la posibilidad de tener descendencia, la labor se torna complicada y en muchas de las ocasiones, en una carrera contra reloj.
Es en este punto cuando aparece el estrés. Cuando todo parece ponerse en contra de quién de forma directa o indirecta sufre la infertilidad. El estrés poco a poco se irá apoderando de todo, al principio soló parecer apropiarse del tiempo, haciendo que este parezca más corto, y acabará, si se lo permitimos, por llevarse nuestra autoestima.
Está demostrado que altas tasas de estrés de forma prolongada en el tiempo, producen un desgaste del organismo tanto a nivel físico como psicológico, debido a la secreción de la hormona cortisol.
La resolución problema biológico puede verse complicada por la espiral en la que puedes encontrarte envuelto debido al cansancio físico, cognitivo y psicológico que el propio reto mental de conseguir tu objetivo puede crearte.
La gran olvidada.
Resulta paradójico que aquello que en la adolescencia se plantea como un problema de orden mayor, en el que contemplar la posibilidad de que tras una relación sexual se produzca un embarazo no deseado, en la vida adulta, lo contrario, se convierta un problema capaz de arruinar relaciones sólidas y estables.
Parece que la infertilidad es un problema que ocurre a otras personas y es por ello por lo que nunca nos planteamos que pudiera ocurrirnos en primera persona. Y cuando la infertilidad se materializa, lo hace de forma silenciosa, aplastando de forma imparable todo nuestro sistema de valores.
Da igual si eres hombre o mujer; si eres infertil, parece que no eres lo suficiente hombre, o lo suficientemente mujer para ser padre o madre. Es ahora cuando parece que toda tu vida, todo por lo que has luchado y todo lo que has conseguido careciese de importancia. Es cuando comienzan las preguntas existenciales sobre tu vida futura.
Pues me ha tocado…
Si eres uno de los cada vez más numerosos casos de infertilidad, no podrás tener descendencia de forma natural, al menos no, si no cambias nada. Y hacer cambios supondrá tomar decisiones, asumir responsabilidades y consecuencias que aún desconoces.
Con lo primero que tendrás que luchar es contra la negación, asumir que eres infertil o que en tu pareja existe un problema de infertilidad no es fácil.
Es aquí donde aparece la culpa y lo hace examinándote con preguntas internas del tipo: ¿Porqué me tocaría a mí esa enfermedad? o ¿Porqué tarde tanto tiempo en querer tener hijos?…
Aunque las respuestas a esas preguntas parecen sencillas –las enfermedades son imprevisibles- y – la falta de preparación personal, laboral o familiar son condicionantes principales para tener descendencia…- esas preguntas se podrían convertir en tu mantra diario. Esos pensamientos rumiativos de hechos pasados impedirán que puedas centrarte en posibles soluciones para el aquí y ahora.
Puede ser habitual, que la culpa te obligue a tener que excusarte ante preguntas indiscretas de la gente de tu entorno. Pueden surgirte situaciones familiares o laborales en las que las conversaciones se tornen en un interrogatorio dañino: – “¿Aún no tienes hijos…?, ¿A qué esperas…?, se te va a pasar el arroz”-.
Obviamente responder de manera sincera o responder con una excusa, es una decisión personal. Pero si optas por excusarte, no intentes creerte tu propia mentira, eso no te aportará nada cuando te encuentres en soledad o con tu pareja.Asumir la situación lo antes posible, te ayudará a poder abrir otras vías y a vislumbrar otras alternativas. De lo contrario, la culpa abrirá las puertas a la ansiedad y a la depresión.
Los consejos de la abuela
A grandes males grandes remedios. Ante la inevitable desesperación e incredulidad de la infertilidad que azota vuestra relación, acudir a la abuela o la red, podrá aportaros cientos de remedios y posibles soluciones caseras. Una postura específica para concebir, un ciclo lunar concreto para favorecer la concepción, una fecha marcada previa o posterior al ciclo menstrual…, que te abrirán un nuevo mundo de opciones y como no un nuevo rayo de esperanza.
Las nuevas prácticas o remedios, además de esperanza os aportaran un carga de estrés extra que tendrás que gestionar. Reducir lo complejo del acto sexual, en el que además del aspecto físico, participan de forma muy activa, el componente fisiológico, el emocional y el conductual, hará que el placer del sexo se convierta en rutina. Y como todas las rutin
as, acaba cansando y haciéndose por obligación, aprovechando cualquier excusa para evadir el trabajo impuesto.
Cuando los ciclos mensuales de “sexo a destajo” finalizan, comienza el tiempo de descanso, en el que hay que esperar los resultados del trabajo tan exhaustivamente realizado. El “momento predictor” supondrá un nuevo reto que afrontar todos los meses. Si el resultado es negativo, la carga de estrés se disparara nuevamente afectando de forma directa en la mujer e indirecta en el hombre, hundiendo aún más la esperanza y complicando la convivencia en pareja, más cuanto más veces se haya intentado.
Poco a poco, el sexo se convertirá en una rutina calendarizada, programada para conseguir un solo objetivo, obviando la importancia del sexo para el buen funcionamiento de la pareja. Una pareja sin sexo saludable, corre un grave riesgo de acabar rompiéndose en pedazos.
Tal y como comenzamos este articulo, parece ser que la infertilidad pudiera verse afectas tanto por carencias biológicas como psicológicas y que estas se retroalimentarán una de la otra haciendo cada vez más difícil encontrar una solución. Es por todo ello te recomiendo que acudas a un experto en fertilidad que podrá indicarte cuales son las mejores alternativas médicas y que acudas a un profesional de la psicología quien podrá ayudarte a superar las barreras psicológicas que podrás encontrarte en este reto.