El gerundio es mi forma verbal favorita. Significa que estoy conectada con lo que
ocurre, con lo que siento, con lo que pienso.
Y ahora es cuando más lo intento poner en marcha, durante los días de
confinamiento intento no perderme en lo que tendría que haber hecho o en lo que
pasará mañana o dentro de una semana, sino que me mantengo en el aquí y ahora,
en el engranaje del tiempo que está pasando en estos momentos, sí, justo en este
preciso instante estoy “escribiendo”, “compartiendo con vosotros/as” algunas
herramientas que, para mí, son saludables.
Pensando en ello me ha dado cuenta (siempre es mágico poder encontrar algo nuevo
en las reflexiones) que quiero llevarme este concepto del gerundio a mi paseo diario
durante la cuarentena.
Mientras estoy caminando, pongo mi atención plena en cada uno de los movimientos
que hago, manteniendo la postura, sintiendo cómo el pie se articula al posar en el
suelo, estirando algunos músculos que tienen que ver con ese movimiento concreto,
escuchando el sonido de la pisada, observando cómo se levanta una pierna a medida
que la otra está aún en el suelo, “mirando” el calzado que llevo puesto en los pies,
sintiendo cómo lo percibo en cada uno de los pies, en mi tobillo, etc.
Y, a la vez, mantengo también mi conciencia en la respiración, cogiendo aire del
rico, del que alimenta, del que nutre, del que me aporta energía y vida, … (estoy
inhalando) y luego expulso lo que no necesito, lo que me sobra, lo negativo, lo que
me pesa en los hombros (estoy exhalando).
Incluso, a veces, me doy cuenta de que estoy sonriendo…
Si para vosotros/as está bien os propongo que este ejercicio, o modo de vida, lo
trasladéis a otros escenarios, a otros movimientos cotidianos, por ejemplo, mientras
me estoy duchando, mientras estoy cocinando, mientras estoy mirando por la
ventana, mientras estoy vistiéndome, etc. Es una mirada “slow”, sin trasladarme al
pasado ni proyectarme en el futuro, conectando conmigo y mi entorno.